Cuando se habla de agresividad dentro de la escolaridad no se puede dar como concepto aislado sino como una de las complicaciones del síndrome de déficit atencional e hiperactividad del escolar que lentamente y en forma gradual va perdiendo la auto estima y por ende recurre a elementos de defensa y ataque. para mostrar algún tipo de superioridad frente a sus pares e incluso frente a sus educadores. Es un síntoma de alerta para estudiar urgentemente algún tipo de trastorno comicial de carácter parcial o trastornos del sueño del tipo comicial.
La agresividad infantil es, como tantos otros fenómenos, una etapa dentro del desarrollo de los niños. Por lo tanto, debe superarse entre los 3 y 4 años de edad, para permitir el paso a las siguientes fases del proceso evolutivo. Numerosos estudios avalan la directa relación entre un niño agresivo y un adulto agresivo, y los problemas que acarrea el hecho de no ‘superar’ esta etapa. Esto ocurre, en general, cuando la agresividad no responde sólo al proceso de desarrollo normal, si no que está motivada más bien por alguna situación ansiosa, como peleas familiares frecuentes, trastornos emocionales o factores biológicos como inmadurez. También se da cuando los padres castigan físicamente a los hijos o son incapaces de manejar su propia frustración y sus impulsos agresivos. Como indica Mónica Rademacher, “cuando los padres educan bajo un modelo agresivo, es decir, utilizan los gritos y los golpes para tratar de imponer ciertas conductas en sus hijos, puede pasar que el niño se inhiba muchísimo o que imite esas mismas conductas agresivas. Lo más fuerte y potente para enseñar a los hijos a controlar su agresividad, es a través del ejemplo y eso se hace manteniendo la calma frente a situaciones de conflicto, nunca respondiendo con agresividad a estímulos agresivos”. Muchas veces, señala la psicóloga, estas situaciones son llamados de atención. “En ocasiones los niños pelean y se portan mal cuando sienten que no están siendo escuchados por sus papás o cuando se sienten excluidos. En general, cuando se mantiene un caso de conducta agresiva en los niños, siempre se asocia a un mal manejo de los padres, por desconocimiento o por cansancio. Aprender a controlar las conductas agresivas de los niños requiere de mucha paciencia, tiempo y perseverancia, pero es fundamental para lograr que superen esta etapa y sepan controlar sus impulsos y frustraciones cuando adultos. Fuente: Mineduc, Editorial Aljibe